Ayer escuchaba un joven que le decía a otro “te quiero de gratis”, como diciendo, te quiero sin importar nada más… y, escuchándolo, pensaba que así mismo es el Amor que Dios nos tiene. Dios también nos ama de gratis. Nos ama con amor completo y total. Nos ama a pesar de nuestra falta de amor y de nuestros pecados. Nos ama como Padre misericordioso, que siempre tiene los brazos abiertos para perdonarnos y ofrecernos una nueva oportunidad. Es TANTO el amor que Dios nos tiene que Jesús lo resume en su diálogo con Nicodemo en una frase: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna» (Jn 3, 14ss). Jesús lo sabe bien pues ÉL es ese Hijo que se entrega libremente y con gratuidad para salvarnos a todos.
Les cuento esto porque una de las formas más hermosas como el amor de Dios se ha manifestado es a través de la devoción a la Divina Misericordia. Un amor tan y tan y tan grande que no sólo es capaz de perdonarlo todo, sino que mientras mayor es nuestro pecado, mayor es el perdón y el amor que Dios nos ofrece. Como la pecadora pública que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas y los ungió con perfume en casa del fariseo. A ella se le perdonó mucho porque su amor y su arrepentimiento fueron mucho (cf. Lc 7, 36ss).
Aunque aquí tenemos una sección dedicada a la Divina Misericordia, quiero compartirles un enlace al blog de una amiga dedicado especialmente a esta hermosa devoción. Se llama El Amigo que nunca falla. Visítenlo y, sobre todo, conozcan y adéntrense en la devoción a la Divina Misericordia. Que esa sea nuestra tarea para el tiempo que nos queda esta Cuaresma.
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