Hoy celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Dice el Evangelio (Juan 6, 51-58): «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Este “pan” del que habla Jesús es la Sagrada Eucaristía, el manjar de la vida eterna, el alimento que nos hace inmortales, la bebida que sacia la sed para siempre. Sigue el Evangelio: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.»
Podemos estar unidos a Cristo, de un modo particular, gracias a su presencia real en la Sagrada Eucaristía. Fíjate que Jesús se presenta como el Pan vivo que se da mediante el amor.
Hermanos, cuando comulgamos el Cuerpo de Cristo, estamos unidos con Él y con los demás. Su Cuerpo nos da paz y profundiza nuestra relación con Dios. Cada vez que recibimos la Eucaristía, Jesús nos recuerda que Él entregó su vida por nosotros, por amor. La Eucaristía nos permite también verlo con mayor claridad, como los discípulos de Emaús.
Te invito, en esta celebración de Corpus Christi, a reflexionar en las bendiciones que Jesús derrama sobre ti, cada vez que comas su Cuerpo y bebas su Sangre.
¡Gracias Jesús, por quedarte en ese pedacito de Pan! ¡Te amo Jesús!
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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