Hoy, que la Iglesia celebra el maravilloso don de la Eucaristía, al igual que hizo aquel día en la sinagoga de Cafarnaum, Jesús nos repite que quien come de su Carne y bebe de su Sangre tendrá vida eterna (Juan 6, 51-58).

«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» (Jn 6, 52).
Hace unos días le llevé la Comunión a alguien que, por razones de salud, ha decidido no regresar aún a la Misa presencial. Me dijo: Richie, hace meses que no Comulgaba, y no pudo contener el llanto.
Aquello me impactó. Meditaba que a veces necesito perder algo para darme cuenta de su valor. Así me ha ocurrido con la Misa y la Sagrada Comunión. Con la ausencia de Misas presenciales, pude entender cuánto necesito de la Comunión Sacramental. Ahora que estoy de regreso al Templo, disfruto más mi momento allí. Profundizo en mi intimidad con el Señor y también me han salido lágrimas al Comulgar.
Y tú, ¿cuánto has extrañado a Jesús Sacramentado? Pregúntate: ¿Creo verdaderamente en las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy?
Él lo explica claramente: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida» (v.55). Pero la parte que me estremece es: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él» (v.56).
Ahora percibo la profundidad de estas palabras. Habita en mí y yo en Él. Cuanta hermosura. Gracias Señor por tanto amor.
Recuerdo aquella frase: ‘No fueron los clavos los que sostuvieron a Jesús en la cruz, sino Su amor por mi’.
Adelante con fe,
Diác. Richie
Comentarios
Sensacional comentario:Lo que lo sostiene a Jesus en la Cruz fue su AMOR por MI. Y eso sucede cada instante, cada momento. Que amor tan poderoso!
AMÉN
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