Aquí estoy, en cuarentena y comenzando la Semana Santa. Me parece que es un buen momento para reevaluarme. ¿Qué abunda en mi vida? Quizás diversión, trabajo, posesiones… Y por otro lado, ¿de qué carezco? Quizás paz, tiempo para orar, amistades verdaderas… Me doy cuenta que tengo abundancia de tantas cosas y escases de otras. Me pregunto, ¿qué cambios necesito hacer?
Ahora que estoy en casa puedo ver el atardecer, mientras rezo. Me puedo sentar a hablar con mi familia. Tengo tiempo para llamar, descansar, salir al patio y disfrutar el paisaje. De repente comienzo a diferenciar lo que es pasajero y lo que es importante.
Pienso, no es la primera vez que hay problemas en el mundo. ¿Qué hicieron nuestros abuelos? Orar y confiar en la Providencia de Dios. Le llamaban fe por encima del temor.
Extraño la Misa diaria, las visitas al Santísimo y el compartir los domingos con mis parroquianos, mis hermanos. Es que por internet no es lo mismo. Me hace falta visitar al Señor en Su casa. Sé que está a mi lado. Muy cerca. Cierro los ojos y puedo sentir Su presencia.
Leo el Evangelio y me doy cuenta que las palabras de Jesús hacen hoy más sentido que nunca: «Mientras estaban comiendo… tomó Jesús pan y lo bendijo… lo partió y… dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo…» (Mt 26, 26).
Como dice mi director espiritual: Gracias Señor por el bien que quieres de esto.
¡Adelante, con fe!
Diác. Richie
Foto de la Eucaristía celebrada por el Padre Giuseppe Corbari en Italia, donde colocó “selfies” de sus parroquianos en los bancos para que ellos se sintieran presentes durante la Santa Misa.
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AMÉN.
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