El domingo pasado el coro interpretó la hermosa canción titulada “Yo escogería la cruz.” Dice una estrofa: “Te amo tanto mi Señor que, si tuviera que escoger entre la pena de la cruz y la gloria del Tabor, yo escogería la cruz.”
Yo servía en el Altar y me enfoqué en la inspiradora letra y al terminar la hermosa interpretación, Padre Leo dijo: Al cantar la canción debemos pensar si en realidad estamos dispuestos a escoger la cruz.
Hermanos, no es fácil escoger la cruz. Pues queremos que las cosas estén “bien,” según nuestro propia y singular interpretación de bien.
Hoy, domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, proclamamos el Evangelio de san Juan 20, 1-9. Creo que estaríamos todos de acuerdo que este Evangelio debería reflejar toda la alegría que sentimos, pero en realidad no, pues escuchamos un relato lleno de falta de compresión y una fe incompleta.
Miremos a María Magdalena, ella piensa que el cuerpo de Jesús fue robado, pues no lo encontró donde se suponía. «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Pedro, por su parte, está sorprendido, de pie frente a la tumba vacía. Juan comienza a creer, pero aún así no está del todo satisfecho. Entonces, ¿dónde está la alegría? ¿Qué pasó con la victoria prometida?
Pues, todavía debía suceder algo más: Los discípulos debían encontrarse con Jesús resucitado. Al igual que tú y yo, también debemos reencontrarnos con Jesús resucitado.
Hermanos, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo son la más grande manifestación de la misericordia de Dios hacia todos. Tú y yo estamos incluidos.
Hoy canta con alegría el “Aleluya” y recuerda que Jesús resucitado te espera para tener ese encuentro contigo, en la Eucaristía. Un encuentro con su amor, su gracia y su misericordia.
¡Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! ¡Aleluya!
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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