Celebremos la Misa: el Relato de la Institución

Nos encontramos en la parte central y más importante de nuestra celebración. ¿Recuerdas que dijimos que la Plegaria Eucarística es el corazón de la Santa Misa? Pues el relato de la institución es el corazón de la Plegaria Eucarística. Por eso, al terminar, el sacerdote proclama: “¡Este es el Sacramento de nuestra fe!*”

Celebremos la Misa: el Relato de la Institución

Vamos a hacer un pequeño paréntesis para fijarnos, por un momento, en la Última Cena. Allí Jesús tomó el pan, lo bendijo y se lo pasó a los discípulos para que comieran. Luego tomó el vino, dio gracias y se los dio a beber. Esos no eran pan y vino cualquiera, sino que Jesús afirmó que eran su Cuerpo y su Sangre. Este es el momento en que Jesús instituyó la Eucaristía… y les dio la encomienda a los apóstoles de que siguieran realizándola “en memoria Suya”*.

La Misa no es otra cosa que un viaje místico a aquella primera y única Misa celebrada por Jesús. Y ese viaje comienza en la Última Cena, cuando Jesús pronuncia las palabras de la Institución.

Él mismo, la víspera de su Pasión,
tomó pan en sus santas y venerables manos,
y, elevando los ojos al cielo,
hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso,
dando gracias, te bendijo,
partió el pan,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

“Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros.”

Del mismo modo, acabada la cena,
tomó este cáliz glorioso
en sus santas y venerables manos,
dando gracias te bendijo,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

“Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía.”

Quiero que prestes mucha atención. Lo que se realiza delante de nosotros no es una actuación ni un símbolo. En el momento de la Consagración, es como si el sacerdote le “prestara” su voz y sus manos a Jesús. Ya no es “padre Fulano”, sino Jesús mismo que está obrando en él y a través de él. Por eso decimos que el sacerdote actúa “in persona Christi”, o sea, “en la persona de Cristo”. Es Jesús mismo quien toma el pan y el cáliz en sus manos, para entregarnos luego su Cuerpo y su Sangre, igual que lo hizo aquel día, hace dos mil años, en el Cenáculo… tal vez no podamos verlo con nuestros ojos, ¡pero realmente estamos en el Cenáculo en la Última Cena!

Hay una canción que dice “no sé si la iglesia subió o si el cielo bajó”… admírate ante semejante Misterio y asómbrate por el Milagro que acontece delante de nuestros ojos. La Misa se trata de transportarnos todos juntos al momento de nuestra salvación, donde Jesús se ofrece, primero como Pan y Vino, y luego como Cordero de Dios.

Si te fijas bien, podrás notar que el sacerdote hace dos genuflexiones, una cuando deposita el Cuerpo de Jesús sobre el altar y luego, la otra, cuando deposita el cáliz con la Sangre. Son dos gestos de adoración ante Dios que se encuentra presente sobre el altar.

No es parte de la liturgia, pero en esos momentos muchas personas repiten las palabras de Santo Tomás: “Señor mío y Dios mío”. Es como un reconocimiento de nuestra poca fe ante el Misterio de la Eucaristía. En realidad no importa las palabras que uses—o si no usas ninguna—lo que no debería faltar es un gesto de adoración sincero y profundo de tu parte, reconociendo que Dios está ahí, realmente presente… todo porque te ama.

¡Feliz domingo y feliz Eucaristía!


* Hay varias aclamaciones, pero esta es la más común y la que más usamos.

* La semana que viene hablaremos sobre ese “memorial” y lo que significa.

Estas pequeñas cápsulas están inspiradas en el app iMisa y el libro “La misa: antes, durante y después”, ambos del Padre José Pedro Manglano; así como otras fuentes.

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