Lola ha vivido con nosotros durante los últimos meses y durantes ese tiempo ya se ha ganado una esquinita muy especial en nuestros corazones… Verán, Lola es una pequeña “puppy” Shih Tzu que Noemí, mi esposa, me regaló para el “Día de los Padres” y que junto con Mitzi (nuestra perra Akita de 12 años) comparte nuestra rutina diaria.
Lola vive dentro de la casa, duerme en nuestra habitación y su vida transcurre entre los pies de Noemí y los míos. Siempre está siguiéndonos por toda la casa, como si no hubiera nada más importante para ella que acompañarnos todo el tiempo y robarnos alguna caricia de cuando en cuando. Lola siempre está atenta a cada palabra que decimos, aunque no sea con ella, y basta que escuche nuestras voces para que se sienta feliz. Inclusive, hay veces que, por la manera como mueve su cabecita de lado a lado, parece como si entendiera lo que decimos…
Cuando llega alguna visita a la casa, Lola los recibe moviendo su colita con mucho entusiasmo, corriendo de un lado para otro y buscando la manera de agradar a nuestros amigos. Pero cuando hace alguna travesura y recibe un regaño, se acuesta con la cabecita en el piso y carita de tristeza, como si tratara de mitigar su culpa y ganar nuestro perdón…
Algo que me resulta muy simpático es cuando alguno de nosotros se levanta de madrugada para ir al baño… Lola se levanta de su camita y nos acompaña. Entre dormida y despierta, camina detrás de nosotros y cuando llega al baño, se deja caer en la alfombra a esperar que terminemos para volver a acompañarnos de vuelta a la cama… Pareciera como si su único propósito en la vida fuera complacernos en todo.
Me imagino que se deben estar preguntando, ¿a dónde nos lleva Romualdo con todo este cuento de Lola? Pues resulta que hoy, al igual que todos los martes, yo estaba en oración ante el Santísimo mientras que afuera caía un gran aguacero. Mientras hablaba con Jesús me vino a la mente San Francisco de Asís y cómo él veía a Dios en toda la creación: la hermana lluvia, el hermano viento, la hermana luna, el hermano sol…
Fue entonces que recordé a Lola… y era como si Jesús me dijera:
“Aprende de ella… para que vivas siempre echado a Mis pies… a la escucha de Mi Palabra… atento a Mi Voluntad… Para que siempre estés dispuesto, con humildad y alegría, a buscar la forma de agradar a Mis amigos, o sea, tu prójimo… Y si caes en el camino… ven arrepentido, sabes que te espero en el confesionario para darte Mi perdón… Pero, sobre todo, recuerda que te amo… por eso me quedé en la Eucaristía, para que siempre puedas estar cerca de mi Corazón”…
Esta tarde, cuando regresé a la casa, Noemí me miró extrañada cuando me escuchó que dije: “¡Gracias, hermana Lola… por haberme acercado un poquito más a Dios!”
Una versión más corta de este artículo fue publicada en el semanario católico El Visitante, edición del 12 al 18 de febrero de 2006, Año XXXII, Núm. 17