Solo faltaban unos días para la Navidad y aún no me envolvía el espíritu de estas fiestas. Los estacionamientos estaban llenos, y dentro de las tiendas había tanta gente que ni siquiera se podía caminar por los pasillos.
“¿Por qué vine hoy?”, me pregunté. Me dolían los pies y la cabeza, y en mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero que se resentirían si no les compraba algo. Así que llené mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras.
Frente a mí había dos niños, uno 10 años y su hermana de 5. Él iba mal vestido con un abrigo raído, jeans que le quedaban cortos y zapatos deportivos 3 tallas más grandes que la suya. Llevaba en sus manos unos cuantos billetes arrugados. Su hermana iba vestida parecido a él, sólo que su pelo estaba enredado. Ella cargaba en sus manos un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes.
Los villancicos resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos. Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un gran tesoro. La cajera los tomó y dijo: “son $9.99”. El niño puso sus arrugados billetes en el mostrador y empezó a rebuscarse los bolsillos. Finalmente contó $4.12.
“Bueno, creo que tendremos que devolverlos, volveremos otro día y los compraremos”, dijo el niño. La niña dibujó un puchero en su rostro: “Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos”, respondió. “Volveremos a casa trabajaremos un poco más y regresaremos por ellos. No llores, vamos a volver.”
Sin tardar, yo le completé los seis dólares que faltaban a la cajera… en eso un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo: “¡Muchas gracias, señor!”
Aproveché la oportunidad para preguntarle qué había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña, con sus grandes ojos redondos, me respondió:
“Mi mamá está enfermita y yéndose al cielo. Mi papá nos dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús. Mi maestra de catecismo dice que las calles del cielo son de oro reluciente, ¡tal como estos zapatos! ¿No se le verá a mi mamá hermosa caminando por esas calles del cielo con estos zapatos?”
Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante… “Por supuesto que sí”, le respondí, y en silencio le di gracias a Dios por recordarme el verdadero valor de las cosas.
Comentarios
Esto es la verdadera navidad ayudar al que lo necesita
Esto es el verdadero sentido de la navidad, ayudar al que realmente lo necesite….
Hace aprox un mes, en el rubro “oremos juntos” solicite su apoyo en intercesion por mi mami, que estaba muy grave en el hospital a causa de un derrame cerebral, mañana se cumplira un mes de su partida… entiendo, que esta será la primera navidad que mi mami pasara en presencia de Jesus alla en el cielo…. Que Jesus nos muestre su luz esta navidad.. felicidades.
Super, ojala podamos leerlo muchos antes del 24 de Dic. Nos sirve para mucha reflexión, como siempre bendiciones y ¡Feliz Navidad para todos mis hermanos en Cristo Jesús!
Que hermoso cuando una lee estas historias se da cuenta del valor que se debería tener con el regalo que una entrega y no comprar por regalar .
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