Quizás alguna vez nos hemos sentido desesperados porque no podemos ver. Sea porque se fundió la bombilla o simplemente nos cayó una pajita en los ojos. Ahora imagina a Bartimeo, el ciego de nacimiento del Evangelio de hoy, san Marcos 10, 46-52.
Pedía limosna y nadie lo quería ayudar, pero escuchó a Jesús y se olvidó de su desesperación para pedirle ayuda. Evidentemente él quería ver. Quería ser liberado de aquella vida de mendigo.
Jesús se acerca y le pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?» Podríamos pensar que la pregunta sobra, pero Jesús tiene sus maneras de obrar.
Hoy, Jesús te hace esa pregunta a ti. Vamos a ampliarla, para que podamos entender cuanta profundidad había en esas palabras: ¿Qué necesitas que haga por ti, para que tú puedas experimentar esa anhelada transformación?
Creo que ahora podemos visualizar mejor la pregunta. Quizás necesitas ayuda para dejar algún vicio, o para poner tu vida en orden. Para ser fiel en la oración, o para buscar y hacer la voluntad de Dios. Quizás necesitas ayuda con aquel familiar o vecino. O bien puede ser que te libere del coraje, la falta de perdón, la tristeza, la pereza o la lujuria.
Lo que sea que necesites, pídeselo a Jesús con confianza, como lo hizo Bartimeo. Te invito a contarle a Jesús tus sueños y tus preocupaciones. Él te escucha.
Pídele con fe y te responderá: «Anda, tu fe te ha curado.» Fíjate que la Palabra dice que «recobró la vista y lo seguía por el camino.»
¿Estás listo para seguir a Jesús? ¿Listo para entregarle a Él tus planes, tus preocupaciones, en fin, tu vida entera?
Señor, aparta de mí todo lo que me separa de ti y permíteme amarte más y servirte más.
Oremos con el Salmo 125: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.»
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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