Jesús quería que sus discípulos entendieran que el discipulado auténtico conlleva caminar hacia la cruz. Él les advirtió acerca del peligro de la ambición personal, de creerse el más importante, de rechazar a los demás por aparentes diferencias y del grave pecado del escándalo. Muy común estos días.
En el Evangelio de hoy, tomado del capítulo 9 de san Marcos y ante el rechazo de una persona, porque “no es de los nuestros,” Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.»
Las palabras de Jesús tienen vigencia hoy. Actualmente, se exalta a la persona humana por sobre todo lo demás. Defendemos nuestras opiniones, a veces, sobre las enseñanzas de Jesús. Hasta defendemos a los políticos, a pesar del mal ejemplo de vida que algunos dan, como si hablaran Palabra de Dios.
Ciertamente, a todos nos cuesta alinear nuestros planes a los de Dios. No es fácil buscar y hacer su voluntad; quizás porque somos egoístas y obstinados, pero bien sabemos que no nos tenemos que quedar ahí. La gracia de Dios y su Palabra nos ayudan a crecer en la fe.
A medida que nos decidamos por imitar y seguir a Cristo, comenzamos a experimentar el gozo que produce la obediencia a sus mandatos. El Espíritu Santo nos capacitará para aceptar mejor su voluntad en nuestras vidas, e infundirá en nuestro interior un gran deseo de obedecer. Dice el Salmo 18: «Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.»
Ese deseo de seguirlo y de obedecerlo nos llevará hacia la santidad. El primer paso es entender que no puedo hacerlo solo, que lo necesito a Él.
Señor, quiero conocer y experimentar las delicias de la vida nueva que ganaste para mí en tu santa cruz, una vida que me llenará de alegría y paz. Te amo Jesús.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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