Imaginemos por un momento cómo se habrán sentido los discípulos cuando Jesús les preguntó de qué iban discutiendo por el camino. Hicieron silencio porque hablaban sobre cuál de ellos era el más importante. Y tú, ¿te has preguntado si eres el más importante en tu grupo?
Los discípulos habían compartido con Jesús bastante tiempo y lo habían visto sanar enfermos, liberar endemoniados y levantar muertos, pero no entendían aún que al Señor no le interesaban los títulos de grandeza, Él estaba interesado en entregar su vida por todos.
En el Evangelio de hoy, san Marcos 9, 30-37, camino a Jerusalén, Jesús les enseñaba: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»
Al ver Jesús que «no entendían aquello y les daba miedo preguntarle», comenzó a enseñarles el significado de la verdadera grandeza: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
En otras palabras, debemos atender primero las necesidades de los demás, sin preocuparnos tanto de nosotros mismos. Y la promesa es que nos espera una recompensa en la vida eterna. ¿Qué más podemos pedir?
El mundo nos invita al egoísmo y al individualismo; a salvarse cada uno como pueda; a vivir según mi propia versión de moralidad; a mentir y a manipular siempre para que el fin justifique lo que haga y, lamentablemente, tenemos demasiados malos ejemplos de eso en la vida pública.
Santa Madre Teresa de Calcuta decía: “Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido.” Estas no son palabras que simplemente suenan bonitas, sino que encierran un significado profundo. Que no nos pase como a los discípulos, que «no entendían aquello.»
Señor Jesús, ayúdame a comprender tu Palabra. Ayúdame a velar por mis hermanos y entregarme a ellos sin medida, sin esperar nada a cambio.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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