Me gusta caminar y darle los buenos días a la gente que me encuentro. Muchos andan cabizbajos y al recibir el saludo la mayoría responde.
A veces procuro entablar una conversación. Solo digo: ¿Qué tal? La respuesta que domina es: Pues ahí. Como encerrando una gran tristeza y decepción. Aprovecho el momento y menciono a Dios. Con solo decirle Dios te bendiga, el rostro le cambia. Como si se les comenzara a arreglar el día. Casi siempre consigo un gracias o una sonrisa… y los más arriesgados me responden con un: ¡Amén!
Dice el Salmo 146: «Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados».
Claro que este tiempo de pandemia ha sido bien duro. Pero no te dejes desanimar ni enfriar. Levanta tus brazos, mira al cielo y alaba a Dios por tantas bendiciones que recibes cada día. Jesús camina a tu lado, no te deja sólo y quiere sanar tu corazón destrozado.
Dice el Evangelio (Marcos 1,29-39) que Jesús curó a muchos, predicaba y expulsaba demonios. De la misma manera Él quiere obrar en tu vida hoy. ¡Déjate sorprender!
Te invito a hablar con todos de Jesús y de las maravillas que Él hace hoy en tu vida. «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Corintios 9,16). ¡Bendecidos!
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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