Sábado Santo es un día de silencio… la Palabra fue crucificada y puesta en el sepulcro. Los apóstoles y discípulos callan. No saben cómo interpretar los hechos que pasaron frente a sus ojos. Ellos esperaban un Mesías que viniera a liberar al pueblo de la opresión política y militar, pero Dios tenía un plan más grande. Por primera vez desde la caída de Adán y Eva, el ser humano será verdaderamente libre. La muerte y el pecado ya no serán obstáculos para que Dios nos llame “amigos”… ¡nos llame hijos!
Solamente María aguarda… es ella quien mantiene la esperanza viva. No sabe cómo, pero confía que “algo” va a pasar. Algo grande, sin precedente, el mayor de todos los signos y milagros de Jesús. María guarda silencio, pero su silencio es distinto. Está el dolor por lo que le hicieron a su Hijo, pero no es un dolor amargo. En su corazón no hay ira, ni rabia, ni odio, ni rencor… en su corazón solamente hay compasión. Compasión para Pedro, que sufre calladamente por haberle fallado a Jesús. Compasión para los demás apóstoles, que se recriminan en silencio por haberlo abandonado en la prueba. Compasión para la Magdalena, y Lázaro, y Marta, y María, y Zaqueo, y el ciego de Jericó, y el centurión, y Nicodemo, y José de Arimatea, y todos cuantos fueron cercanos al Maestro y que Él llamó sus amigos, porque nunca se habían sentido tan solos. Compasión también para Judas, porque en su traición había dejado de confiar que la misericordia de Jesús era mucho más grande que el mayor de los pecados. Compasión para los sumos sacerdotes, para los guardias, para la multitud que pidió su muerte y para Pilato, que pudiendo cambiar la historia optó por lavarse las manos. Desde que Jesús les habló a ella y a Juan en la cruz, no sabe por qué ni cómo, pero se siente la Madre de todos… y en el corazón de una Madre solamente hay amor para sus hijos.
Hoy es un día de silencios… pero en unas horas, cuando la luna esté en lo más alto y comience a asomar su rostro el Domingo —con mayúscula porque este será el Día entre todos los días, de todos las semanas, y de todas las épocas— Dios declarará su victoria y la creación entera será nueva. Esta noche, al filo del nuevo día, el sepulcro quedará vació y Jesús habrá resucitado.
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AMÉN.
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