Jesús necesita una cuna para nacer, ¿por qué no le das tu corazón? Jesús necesita unas pajas mullidas y secas, ¿por qué no se las llevas? Jesús necesita unos pañales para ser arropado, ¿por qué no se los haces tú? Jesús necesita unos brazos que lo acunen, ¿por qué no ofreces los tuyos? Jesús necesita una canción para dormirse, ¿por qué no le cantas una canción? Mira a Jesús Niño en Belén, en ese portal, en esa cueva, en ese pesebre.
Contémplale, mírale, sonríele. Hazle compañía, pues no tuvo a nadie, a no ser a su Madre María y a José, su padre. Entra, no tengas miedo. Quítate ese sombrero soberbio que te impide la entrada a la cueva. Deja tu ciencia presumida afuera en los libros. Tráete tus ojos húmedos y llenos de cariño para ver a Dios hecho bebé. Tráete tus labios limpios para besar al Niño Jesús. Tráete tus manos desalojadas de cosas para poder aupar al Salvador. Trae tus rodillas y arrodíllate ante tu Creador y Señor y Dueño.
Ahí esté el Infinito, hecho centímetros de carne. Ahí está el Omnipotente, impotente por sí mismo. Ahí está Grandeza, hecha pequeñez. Ahí está la Eternidad, hecha tiempo. Ahí está el Creador, hecho creatura. Ahí está la Riqueza, hecha pobreza. Ahí está el Dueño, hecho siervo. Ahí está el Señor, hecho obediencia. Ahí está la Palabra, callada y silenciosa. Ahí está la luz, alumbrando esa noche serena. Ahí está el Lejano, hecho cercano. Ahí está el totalmente otro, hecho próximo a nosotros.
Fuente: Padre Antonio Rivero, Contemplar el misterio, aprender las lecciones de Belén.
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