Dos casos concretos. El 13 de enero de 2001 hubo un terremoto en El Salvador y el padre claretiano Gonzalo Fernández dice: En la calzada, protegida por un toldo improvisado, encontré a una anciana de 86 años, a la que el terremoto había arrebatado parte de la casa en la que vivía con su hija y sus nietos. Pero Lidia no había perdido la sonrisa ni profería palabras contra Dios ni deseaba morirse. La única cosa que me pidió insistentemente fue la comunión. Me dijo con voz estremecida: Sin la comunión (sin recibir a Jesús) somos como cerdos, no hacemos más que comer y dormir.
El otro caso lo cuenta el novelista francés René Bazin. Durante la segunda guerra mundial, iba todos los días a misa y veía allí a una joven señora, que estaba con gran recogimiento y serenidad, a pesar de haber perdido a su esposo y tener a sus hijos prisioneros en un campo de concentración. Un día, le preguntó cuál era la razón de su tranquilidad, y ella respondió:
– Todos los días recibo a Jesús en la comunión y me da fuerzas para las 24 horas siguientes. La fuerza que recibo en la comunión, me hace superar todas las dificultades.
El sagrario de nuestras iglesias o la custodia donde está expuesto Jesús sacramentado es el mejor lugar del mundo para entablar una relación de amor y amistad con Dios. Allí nos espera el Dios omnipotente y allí podemos decirle, mejor que en ningún otro lugar, que lo amamos. Por eso, es el mejor lugar del mundo para hacer oración.
Una religiosa contemplativa me escribió: Mi oración ante Jesús Eucaristía es sencilla. Amo con Jesús a todas las almas. Él me enseña a amar interiormente con su Corazón, como Él ama. Mi único deseo es estar unida y perdida en Él. Cuando llego a la capilla por la mañana, Jesús ya está en oración y yo me pongo a su lado y me uno a su oración. No sé hacer otra cosa que dejarle hacer a Él su oración en mí. Él pone fuego en mi alma y un deseo inmenso de la salvación de todas las almas. Por eso, me siento madre de toda la humanidad.
No puedo explicarte lo que siento dentro de mí, cuando miro a Jesús y me dejo mirar por Él. Nos amamos con locura y se me pasan las horas de oración y silencio sin darme cuenta. Si aquí en la tierra me pasa esto, ¿cómo será el cielo? Hace un tiempo nos mirábamos en la oración cara a cara y sentí un amor y una alegría inmensa. No tengo palabras para expresarlo. Y Él me dijo: “Esto que ahora sientes, en el cielo será mucho más”. Me dejó fuera de mí.
Del libro “La oración del corazón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.
Comentarios
Yo amo a jesús pero como mi esposa de diborcio de mi pues vivo en presencia de adaios y estoy enfermo y no me es facil ir auna iglesia y el parroco me confeso hace uno5años y me dio la comunion y me dijo tu vive con tu actual esposa y estate tranquilo yo te doy la comunion y se feliz con yu acyual esposa y asi vivo cuando la iglesia va a cambiar estas normas si yo amo a Jesús y cuido de mi esposa aztual y nos queremos y ademas tenemos Fé de la relijion catolica y ademas no pecamos somo dos buenos cristianos y no creo que seamos adulteros no lo creo
Que va aser de nosotros.hoimos la Misa todos los Domingo juntos y rezamos los dos a Jesús que le parece a usted como somos delande de Jesús. Contesteme lo que tú sientes. José Cesar.-
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