La Oración | 01

La Oración | 01

Santa Teresa de Jesús decía: “Para mí la oración es un impulso del corazón, una mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Lo reconozcamos o no, la oración es una necesidad del ser humano. Desde que comenzamos a tener conciencia de que somos seres temporales, comienza en nosotros un ansia de eternidad. A mí me gusta pensar que tengo un agujero inmenso en mi corazón que solamente Dios podrá llenar. Podemos tratar otras cosas, pero solamente Él es tan grande como para ocupar ese hueco que llevamos dentro. La oración es la puerta para que Él pueda entrar y llenarnos de su presencia.

La oración es la gran puerta de entrada en la fe. Quien ora ya no vive de sí mismo, para sí mismo y por sus propias fuerzas. Sabe que hay un Dios a quien se puede hablar. Una persona que ora se confía cada vez más a Dios. Busca ya desde ahora la unión con aquel a quien encontrará un día cara a cara. Por eso pertenece a la vida cristiana el empeño por la oración cotidiana. Ciertamente no se puede aprender a orar como se aprende una técnica. Orar, por extraño que parezca, es un don que se recibe a través de la oración. No podríamos orar si Dios no nos diera su gracia… y añado yo que ¡Él siempre nos la da!

Yo soy un amante de los caballos. ¡Me encantan! ¡Y me encanta montarlos! Recuerdo que de pequeño trataban de explicarme cómo era esa sensación de estar sobre un caballo, paseando por el campo, con el viento dando en la cara. Y por más que ponía mi empeño en entender e imaginar todas las cosas: el balance del cuerpo, la forma de tomar las riendas, cómo decirle al animal que caminara… ¡o parara! Pero no fue hasta que me monté por primera vez en uno que todo tuvo algún sentido real.

Lo mismo sucede con la oración. Podemos hablar sobre ella. Podemos explicar los distintos tipos. Podemos leer oraciones que otros han escrito. Pero a orar solamente se aprende orando. Es natural. Orar es tener un conversación con Dios… y esa experiencia es tan personal y única, como la persona que ora.

Conviene repetirlo de nuevo: Orar es tener una conversación con Dios… y las conversaciones siempre son de dos partes: se habla y se escucha. El filósofo y teólogo danés Søren Kierkegaard dijo que “Orar no es oírse hablar a uno mismo. Orar es quedarse en silencio y esperar hasta que el orante oiga a Dios”. Y Dios habla de muchas maneras: a través de la Escritura, de la naturaleza, de un amigo… en los días siguientes veremos algunos ejemplos, por ahora basta con que entiendas la importancia del silencio y de la paciencia cuando oramos.

Finalmente, orar es como el juego al esconder. Tú sabes que tus amigos están ahí y, aunque no puedes verlos, pones todo tu empeño por encontrarlos. Así mismo le sucede a la persona que ora. Sabe que Dios está ahí… solamente tiene que esforzarse hasta que Él se deje encontrar.

A menudo nos olvidamos de Dios, huimos de Él y nos escondemos. Pero, aunque evitemos pensar en Dios, aunque lo neguemos, Él está siempre junto a nosotros. Nos busca, antes de que nosotros lo busquemos, tiene sed de nosotros, nos llama. Uno habla con su conciencia y se da cuenta, de pronto, de que está hablando con Dios. Uno se encuentra solo, no tiene con quien hablar y percibe entonces que Dios siempre está disponible para hablar. Uno está en peligro y se da cuenta de que Dios responde al grito de auxilio. Orar es tan humano como respirar, comer, amar. Orar purifica. Orar hace posible la resistencia a las tentaciones. Orar fortalece en la debilidad. Orar quita el miedo, duplica las fuerzas, capacita para aguantar. Orar hace feliz.


Estamos siguiendo el esquema del YouCat sobre la oración y las citas “indentadas” pertenecen a él.

Comentarios

  1. Magnífica catequesis sobre la oración… La voy a compartir.

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