Dos cosas he aprendido con los años:
- en el ámbito de la fe, nada sucede por casualidad;
- aunque nosotros no podemos verlo en el momento, Dios tiene un plan que sobrepasa —por mucho— nuestro entendimiento.
El fuego que consumió ayer la Catedral de Notre-Dame, en París, es sin duda una tragedia. Su valor arquitectónico, histórico, artístico y cultural es incalculable. Mucho más si consideramos su valor como icono de la fe católica en Europa y en todo el mundo. Para que tengas una idea de su importancia, Notre-Dame es el monumento más visitado de París —más que el Louvre y la Torre Eiffel— y recibe cerca de 14 millones de visitantes cada año. Por eso, cuando salió la noticia del incendio en el día de ayer, el mundo se detuvo para fijar sus ojos y sus corazones en lo que acontecía.
Entre foto y foto y noticia y noticia, pensaba y oraba mientras un pasaje de los Evangelios daba vueltas en mi mente: «Destruid este Templo y en tres días lo levantaré» (Jn 2, 19). Es que este suceso al comenzar la Semana Santa y en un mundo que está tan necesitado de conversión no puede ser coincidencia, sino dios-cidencia… por eso creo que Dios transformará esta desgracia en una oportunidad de gracia incalculable para su Iglesia y para el mundo entero.
Hoy te invito a rezar junto a Monseñor José Ignacio Munilla (Obispo de San Sebastián) con esta acertada oración:
Querida Madre, te suplicamos que esta “desgracia” se convierta en “gracia”; de forma que la restauración de tu templo de Notre Dame, llegue a ser una parábola de la reconstrucción de la fe de Europa desde sus cenizas.
(Rezar tres Ave Marías)
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AMÉN.
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