Priscila, cuando era jovencita, fue abusada sexualmente por su hermano mayor y, a pesar de varios años de terapias, no podía superar sus sentimientos de culpa. En 1991, cuando tenía 47 años, fue llevada al hospital con síntomas de ataque al corazón. Tuvo un paro cardíaco y fue dada por muerta. Cuando salió de su cuerpo, vio a uno de los doctores, haciéndole masajes al corazón y vio también a su esposo, a su hija y a su hijo, llorando… Después fue hacia una luz brillante, era una luz dorada… En su revisión de vida, solamente le fue mostrada una cosa: el abuso sexual. Ella lo revivió. Dios le dijo: “Hija, no fue tu culpa”. Estas palabras la curaron más que los años de terapia, la liberaron del miedo, del sentimiento de culpa y de la vergüenza que sentía. Esta curación fue instantánea. Y dice: “Ahora sé que hay un propósito para mí de estar en la tierra. Ahora no me preocupo tanto de mi apariencia exterior. Las cosas materiales no son tan importantes para mí. A mi hermano no lo había podido perdonar anteriormente. Ahora sí lo he perdonado de corazón”.
El doctor George Ritchie cuenta que, un día de 1954, estaba sentado en su oficina, cuando entró sin previo aviso ni cita una mujer airada, que había visitado varios médicos y ninguno había podido hacer nada por mejorar su situación: Al entrar, se quitó su blusa y me enseñó su espalda. Tenía la piel seca, escamosa, arrugada y con muchas costras. Era una enfermedad grave de la piel. Por las noches no podía dormir y sufría mucho de ardiente picazón.
Su esposo había muerto y había ido a vivir con su padre a otra ciudad. Su padre le había pagado una excelente educación y ella quiso cuidarle en su ancianidad. Pero él, en lugar de apreciar lo que ella hacía por él, estaba siempre de mal humor y le exigía y le exigía que hiciera siempre lo que él quería. Hasta que ella, que era una mujer independiente, no pudo aguantar más aquella situación y se fue de la casa.
Cuando ella me explicó todo esto, yo entendí que podía ser una dermatosis neurológica. Y le receté una pastillita de fenobarbital y leer el libro “Release” de Starr Daily, el famoso criminal convertido ante la aparición de Jesús resucitado en su propia celda de castigo. Le di también el dato de que podía conseguir el libro en “Cokesbury book store” en su misma ciudad.
Tres semanas y media más tarde, llegó a la oficina totalmente curada de su enfermedad. Y me dijo que un día tuvo una imagen. Estaba echada en su cama, pensando en Starr Daily y en su conversión, cuando se echó a llorar y se dio cuenta de cuánto odio y amargura había acumulado por años hacia su padre. De pronto, vino una mano y le tocó su espalda y sacó todo el mal que tenía, mientras sacaba también todo el odio y todo el resentimiento que sentía hacia su padre. Cuando vino a verme, algún tiempo después, me dijo que había ido a visitar a su padre y habían quedado como íntimos amigos. Y pasó los últimos meses de la vida de su padre, cuidándolo con todo amor. Después de su muerte, ella se hizo miembro activo de su iglesia y empezó a viajar por el mundo, llevando a todas partes el mensaje del amor de Dios. Su vida había cambiado totalmente y ahora era una persona amable, sonriente y feliz.
Del libro “La alegría del perdón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.
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