La segunda lectura de hoy me parece tan poderosa, tomada de Filipenses 4, 4-7: «Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense!»
Hoy, tercer Domingo de Adviento, llamado de la alegría o “Gaudete”, las lecturas están hermosas. Recordemos que San Pablo estaba preso cuando escribió sobre la alegría. ¿Preso?, dirá alguno. Sí, desde la cárcel escribió sobre la alegría y no sólo eso, sino que fue capaz de vivirla en su corazón.
Él no iba a permitir que nada ni nadie le robara la alegría, que sólo viene de Dios. Pues Pablo había experimentado en su corazón el amor de Dios.
En estos tiempos difíciles, no dejes que nada te robe la alegría. El Señor quiere decirte hoy: «No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud.» Y la promesa: «Y la paz de Dios … custodiará vuestros corazones y sus pensamientos…»
Jesús quiere que preparemos nuestro corazón para recibirlo en Navidad. De seguro, si Pablo estuviera aquí, nos impulsaría a ver nuestra vida a través de los ojos del amor de Dios. Nos animaría a mantener la paz y la alegría en nuestro corazón y nos llamaría a orar más.
En el Evangelio (San Lucas 3, 10-18), San Juan Bautista enseñaba que debían reformar su modo de vivir. Esto, en preparación para la venida del Mesías, y los invitaba a ser caritativos y generosos.
Señor, quiero llevar una vida que dé frutos y que refleje que estoy arrepentido de mis faltas. Concédeme la gracia y la fortaleza para serte fiel, de modo que todos puedan ver a Cristo en mí y deseen entregarse a ti.
Señor, ayúdame a vivir la virtud de la esperanza, como San José.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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