El Gloria… y otras doxologías

La palabra “doxología” viene del griego y se refiere a una fórmula de alabanza y glorificación a Dios… éstas eran de uso común entre los hebreos, en las sinagogas existía la costumbre de terminar los ritos e himnos con una doxología… entre los cristianos se comenzó a hacer uso de estas fórmulas de alabanza desde el comienzo y encontramos algunos ejemplos de ellas en las cartas de Pablo…

Una plegaria de San Policarpo antes de su martirio, que data del año 155, glorifica de manera indistinta a las tres Personas de la Santísima Trinidad y es el modelo por excelencia de las doxologías cristianas… así encontramos su influencia en las tres formas más usadas en la liturgia: el “Gloria Patri et Filio” (doxología menor), el “Gloria in excelsis Deo” (doxología mayor) y el “Te Deum laudamus”

La doxología menor o “Gloria Patri” es un desarrollo de la fórmula bautismal trinitaria a la que se le añadió al final la cláusula “in saecula saeculorum” (por los siglos de los siglos), muy usada entre los hebreos en la época de los apóstoles… en el siglo IV tomó mayor importancia en el debate con los arrianos, quienes ponían en duda la divinidad de Jesús… esta fórmula es muy popular y la acostumbramos a usar fuera de la liturgia, al terminar nuestras oraciones… inclusive, algunos suelen acompañar la primera parte con la Señal de la Cruz como una profesión de fe,

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

La doxología mayor o “Gloria in excelsis” es el himno de alanzan que recitamos o cantamos al comienzo de la Misa, después del “Kyrie Eleison” (Señor ten piedad)… y que se inspira (al menos, en su primera estrofa) en las palabras de los ángeles cuando anunciaron a los pastores el nacimiento de Jesús,

Gloria a Dios en el Cielo,
y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria,
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso.
Señor Hijo Único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre,
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros,
Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestras súplicas,
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros,
porque solo Tú eres Santo,
sólo Tú, Señor,
sólo Tú, Altísimo Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la Gloria de Dios Padre.
Amén.

El “Te Deum” es un antiguo himno de acción de gracias escrito en latín en el siglo IV… también es conocido como “Himno ambrosiano”, aunque la Tradición le atribuye la autoría a San Ambrosio y San Agustín… se utiliza en la Liturgia de las Horas y en algunas celebraciones litúrgicas importantes,

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza
el glorioso coro de los Apóstoles,
la multitud admirable de los Profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

Además de estas tres, la liturgia nos presenta otras doxologías… por ejemplo, la plegaria eucarística se cierra con la “doxología final” que reza: “Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén”… Otro ejemplo sería la doxología con la que terminamos la oración del Padrenuestro: “Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor”…

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Comentarios

  1. Estas enseñanzas nos ayudan a orar con verdadero sentido de la presencia de Dios en nuestras vidas. Mil gracias

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