El devenir de la vida está lleno de acontecimientos. Algunos tienen más o menos importancia. Otros, la mayoría, pasan sin pena ni gloria, sin dejar ninguna marca en el mundo. Pero en ocasiones, hay un acontecimiento que trasciende la barrera de lo ordinario y deja una marca tan profunda en la historia, que es recordado generación tras generación. Hoy recordamos uno de esos acontecimientos…
Sucedió en algún pueblecito de Galilea, hace más de dos mil años. Tal vez fue en Nazaret, aunque el lugar en realidad no importa. Cuenta la tradición que Joaquín y Ana no habían tenido descendencia, por lo que rogaban fervientemente al Señor que bendijera su matrimonio con un hijo. Su oración fue escuchada y Ana dio a luz una niña a la que puso por nombre María.
Para el pueblo de Israel ese día fue un día corriente. No hubo fiesta, ni algarabía, ni gozo. Nada parecía haber cambiado. Sin embargo, aunque oculto a los ojos de los hombres, aquel día nacía la Mujer prometida en el Génesis (3,15), y la Doncella de quien había hablado Isaías (7,14).
Su vida fue como su nacimiento: oculta y sencilla. Pero ya sabemos que el Señor se goza revelando sus grandezas a través de los pequeños y humildes. Y la grandeza que nos revelaría a través de aquella niña sobrepasaría cualquier expectativa humana: ella fue la elegida del Padre para ser la Madre del Hijo de Dios.
Le digo a mis amigos que Dios nos ha “pensado” desde siempre. Desde antes de la creación, ya nosotros—tú y yo y todos—vivíamos en la mente de Dios, y Él ya tenía un plan maravilloso para cada uno de nosotros. Ahora imagina, si eso somos nosotros, ¡cuánto más habrá pensado Dios a María! ¡Cuánto habrá esperado que llegara el tiempo en que “la puerta” por donde entraría su Hijo llegara al mundo! Y dice Lucas que el Espíritu la cubrió con su sombra, y ella consintió y concibió, y dio a luz, y por su Hijo fuimos salvados.
Mientras el mundo giraba y la vida corría apacible y tranquila, en aquel pequeño pueblecito de Galilea, la humanidad comenzaba a respirar esperanza… el mal comenzaba a ser vencido… y la redención del hombre ya estaba cerca.
Me gusta pensar que el día que nació María, aunque el mundo lo pasaba por alto, en el cielo Dios sonreía y celebraba una gran fiesta… ¡ese día comenzaba a cumplirse el Plan de Salvación!
La hermosa imagencita de la “Virgen Niña” que acompaña este artículo le pertenece a las Monjitas Carmelitas de Clausura, Monasterio San José en Trujillo Alto, PR.
Comentarios
Viste Nicol Mariana! :)
Son hermosas las historias!!
Y hermosa la forma en que papito Dios lo utiliza al Sr. Romualdo para enseñarnos más cosas sobre él mismo.
Estoy muy complacida en Dios por eso y mucho más!
Benditos sean todos ustedes en nombre de Jesús! Amén
Tiito Pupuchurro papá, es una historia muy preciosurita yo no sabia todo eso pero ahora si gracias a ti y me gusto mucho y que lindo como nos compartes historias tan lindas
Te amo mucho y estoy feliz por saber mas de mamita Maria
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