El deseo de contemplar a Dios

Del libro Proslógion (capítulo 1) de san Anselmo,

Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios: “Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro”.

Y ahora, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte.

Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?, ¿cómo me acercaré a ella? ¿Quién me conducirá hasta ahí para verte en ella? Y luego, ¿con qué señales, bajo qué rasgo te buscaré? Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro.

¿Qué hará, altísimo Señor, éste tu desterrado tan lejos de ti? ¿Qué hará tu servidor, ansioso de tu amor, y tan lejos de tu rostro? Anhela verte, y tu rostro está muy lejos de él. Desea acercarse a ti, y tu morada es inaccesible. Arde en el deseo de encontrarte, e ignora dónde vives. No suspira más que por ti, y jamás ha visto tu rostro.

Señor, tú eres mi Dios, mi dueño, y con todo, nunca te vi. Tú me has creado y renovado, me has concedido todos los bienes que poseo, y aún no te conozco. Me creaste, en fin, para verte, y todavía nada he hecho de aquello para lo que fui creado.

Entonces, Señor, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo te olvidarás de nosotros, apartando de nosotros tu rostro? ¿Cuándo, por fin, nos mirarás y escucharás? ¿Cuándo llenarás de luz nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo volverás a nosotros?

Míranos, Señor; escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Manifiéstanos de nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien; sin eso todo será malo. Ten piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar a ti, porque sin ti nada podemos.

Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré.

Comentarios

  1. No me tengo por ningún privilegiado pero realmente soy capaz de ver al Señor en todas partes. En risas de niños, en las maravillas del universo, en la simplicidad y perfección de las cosas en mi mismo y en los demás. No lo veo cuando yo quiero, ni cuando se me antoja, pero lo intuyo en todo, sé positivamente que esta ahí y me responde, no utiliza su propia voz sino que toma prestada las de otros pero sabes que es el porque se disipan las tinieblas del alma. Tal vez estoy loco pero si lo estoy, divina locura. Y sin embargo reconozco que en momentos de desesperación he llegado a reprocharle que no estuviese aquí a mi lado ni me hablase, cuando era yo el que no abría los ojos, me tapaba los oídos y cerraba mi corazón. Dios vive en nosotros y no es ajeno a nuestra desgracia. Si le damos la espalda a lo que nos pide no podemos verle el rostro, si no escuchamos sus palabras no podemos decir que no nos habla. Para ver solo hay que abrir los ojos, y podremos verlo en los lugares y personas mas insospechadas.
    Doy gracias por mi capacidad y espero que otros sean capaces de ver lo que yo veo.

    Juan Pedro

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