«Yo te amo, Señor, mi fuerza. Él Señor es mi roca y mi fortaleza; es mi libertador y es mi Dios, es la roca que me da seguridad; es mi escudo y me da la victoria» (Salmo 18, 2-3).
Día 28 | Hoy pídele a Dios ser liberado de tu mal
En una oportunidad sentí al Señor que me traía el siguiente pensamiento: “me pediste que te liberara de los peligros de la calle, que te librara de la inseguridad, que te librara de la enfermedad y de tantas otras cosas… ¿Cómo aun no me has pedido que te liberara de ti mismo?… Es decir de cometer errores, de hablar lo incorrecto, de reaccionar injustamente y de tantas otras cosas.”
— Padre Gustavo Jamut
La peor de todas las cadenas es la que nos hemos puesto nosotros mismos… no porque sea una cadena fuerte, sino porque muchas veces no queremos ser liberados de ella… te cuento una historia,
Había una mujer que fumaba mucho… tanto que ya empezaba a afectar su salud… al más pequeño esfuerzo, sentía que le faltaba el aliento… y su médico le había dicho que de seguir fumando, corría el riesgo de desarrollar daño pulmonar irreversible… la mujer comenzó a pedir oración por su condición… le pidió a su párroco que orara por ella… pero todo seguía igual… le pidió a su familia… a sus amigos… a sus compañeros de trabajo… cada vez que encontraba a alguien, le decía: “Por favor, ora para que deje de fumar”… así transcurrió un tiempo… un noche, en su parroquia, tenían un retiro de sanación interior… al final, el sacerdote invitado comenzó a orar por los participantes… y la mujer se acercó a la fila… todos sabían lo que ella iba a pedirle… llegó su turno y dijo: “Deseo que ore por mí, para que pueda dejar de fumar”… el sacerdote la miró por un instante y le preguntó: “¿Realmente quieres dejar de fumar?”… Después de una larga pausa, para sorpresa de todos sus amigos y conocidos, ella admitió que no deseaba dejar el cigarrillo… entonces el sacerdote le dijo: “Oremos entonces pidiéndole al Señor que te conceda el deseo de dejar de fumar”…
Dios desea lo mejor para ti… su poder no conoce límites y su amor traspasa todas las barreras… solamente hay un lugar donde Él no puede llegar: tu voluntad… ¿conoces la frase del Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo»…? Hay una imagen bellísima sobre este pasaje… una imagen de Jesús tocando una puerta… pero si te fijas bien notarás que esa puerta, la puerta de tu corazón, no tiene cerradura por fuera… solamente puede abrirse por dentro… esa es tu voluntad… la cerradura que le abre o le cierra la puerta a Dios…
Un día Jesús iba pasando con sus discípulos cuando se le acercó un joven rico para preguntarle qué debía hacer para ganar la vida eterna… Jesús comienza diciéndole que debe guardar los mandamientos… a lo que él le responde que todo eso ya lo ha guardado… esta historia también la cuentan Mateo y Lucas, pero me gusta más como Marcos lo narra… dice él que Jesús, fijando en el joven su mirada, “lo amó”… el joven era una buena persona, vivía de acuerdo a la Ley… está parado frente a Jesús y Jesús toca a la puerta de su corazón… “lo amó”… le pide que le abra la puerta desde adentro… que corresponda a su amor con una entrega libre y total… «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme»… pero dice la Palabra que el joven se marchó entristecido porque tenía muchos bienes…
El problema del joven no eran sus bienes, sino el apego que tenía a ellos… igual que la mujer de la primera historia, estaba apegada al cigarrillo y no quería dejar de fumar… así nos pasa a todos de una u otra manera… Dios respeta nuestra voluntad… respeta lo que nosotros queremos hacer… Él no se cansará nunca de tocar a nuestra puerta… y seguirá insistiendo una y otra vez… pero nunca, nunca, nunca nos impondrá su Voluntad…
Tú y yo tenemos nuestros apegos… hay cosas en nuestra vida a las que no queremos renunciar… tal vez no estamos conscientes de ellas… tal vez pensamos que son tonterías que no nos afectan… que son tan diminutas que nadie se fija en ellas… ni siquiera Dios… pero esas pequeñas cosas son cadenas que nos atan al mundo… y no nos dejan entregarnos por completo a Él… de eso se trata el día de hoy… de pedirle al Señor que nos muestre cuáles son nuestros apegos… y conscientes de ellos, abrirle la puerta de nuestros corazones para que pueda liberarnos de esa parte de nosotros que nos aparta de Él…
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