El camino de la fe | Día 21

El camino de la fe | Día 21

«Aunque estoy corporalmente lejos, mi espíritu está con ustedes, y me alegro al ver el equilibrio y la solidez de su fe en Cristo. Han recibido a Cristo Jesús como el Señor; tomen, pues, su camino. Permanezcan arraigados en Él y edificados sobre Él; estén firmes en la fe, tal como fueron instruidos, y siempre dando gracias» (Colosenses 2, 5-7).

Día 21 | Hoy pídele a Dios el equilibrio que procede de la fe en Él

“Cuando confiamos a Dios nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras obras, entonces podemos ver en todo el Equilibrio que procede de Dios.”

— Padre Gustavo Jamut

Una mujer, mientras esperaba en el aeropuerto por la salida de su vuelo, compró una botella de agua y un paquete de galletas, y se sentó en el terminal a leer una revista… unos minutos después, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario… la mujer no le prestó mucha atención… el joven estiró la mano, tomó un paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer una de las galleta… la mujer levantó la vista, sobresaltada… “soy una dama”, se dijo, “y no pienso perder mi compostura ante este atrevimiento”… lo miró muy seria… y sin decir palabra, con gesto altanero, metió la mano en la bolsa y tomó una galleta… el joven le sonrió divertido mientras sacaba otra galleta… “y encima tiene el descaro de sonreírme”, pensó ella… y frunciendo el seño, volvió a tomar otra galleta… así transcurrieron los minutos siguientes… él sonreía divertido… y ella cada vez más irritada… una galleta él y una galleta ella… al llegar a la última, el joven la partió en dos… y con la más amplia de sus sonrisas le ofreció una de las mitades… ella se la arrebató de la mano con aspereza… en eso llamaron para el vuelo del joven… se levantó… hizo un simpático ademán de despedida y se marchó… la mujer no cabía ya en su enojo por tanta insolencia… buscó la botella de agua para calmarse un poco… cuando vio que al lado, intacto, estaba su paquete de galletas…

Uno de los grandes vicios de nuestro tiempo es el egocentrismo… nos creemos los dueños del mundo… reyes y reinas absolutos de nuestra vida y todo cuanto nos pasa por delante… somos el centro del universo y todo gira alrededor nuestro… es una mezcla de egoísmo, narcisismo, arrogancia y pedantería… a veces tratamos de disimularlo, pero en nuestro corazón nada ni nadie importa, solamente yo… somos como el fariseo que vio al publicano orando en el Templo y se creyó mejor que él… así mismo vemos las pequeñas faltas en los demás, mientras excusamos nuestros grandes pecados… nos gusta buscar la paja en el ojo ajeno, pero ignoramos la viga en el nuestro…

Fíjate, hay un amor propio que es bueno, que es querido por Dios… le llamamos autoestima y consiste en vernos como Dios nos ve, en conocernos y amarnos como somos en realidad… ese amor es necesario pues para amar a otros es necesario amarnos primero a nosotros mismo…

Pero el egocentrismo es enfermizo… y casi raya en el culto al propio yo (egolatría)… por ejemplo… si herimos a los demás, tenemos una justificación por nuestros actos; pero si nos ofenden a nosotros, reclamamos justicia inmisericorde inmediata… al odio le llamamos “pasión”… si mentimos es que tenemos “tacto”… si volvemos la vista cuando alguien calumnia a la Iglesia es que somos “prudentes”… acomodamos las cosas a nuestra conveniencia… porque el único importante soy YO (con mayúsculas y en negritas)…

Dice San Agustín, en “La Ciudad de Dios”, que en la tierra existen dos grandes reinos que luchan entre sí en el interior de cada ser humano,

Dos amores han dado origen a dos ciudades: el amor propio, llevado hasta el desprecio de Dios, fundó la ciudad terrena; el amor a Dios, llevado hasta el desprecio de sí mismo, fundó la ciudad celestial. Aquella se gloría de sí misma, ésta lo hace de Dios. Aquella busca la gloria de los hombres, ésta tiene a Dios por gloria máxima.

Esta lucha se da continuamente en el corazón de todos los seres humanos… cada día… ante cada situación… en mayor o menor grado… tenemos que escoger entre mi amor por mí mismo o mi amor por Dios… entre lo que yo quiero y lo que Él espera… y cuando nos enfrentamos contra nosotros mismos, la única manera de vencernos es apocándonos… entregándole toda nuestra voluntad a Dios… y sometiéndonos con confianza a la Suya…

Esta es la tarea de este día… poner a Dios como fuente, motivo y razón de todos nuestros pensamientos y de todas nuestras acciones… verás que cuando Dios es el centro de nuestra vida, todo se ve desde otra perspectiva…

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