A partir del año 1930, esta especial devoción se empezó a esparcir por el mundo entero a partir del diario de Sor Faustina (Santa María Faustina Kowalska). El mensaje no es nada nuevo, pero nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha enseñado por medio de las Sagradas Escrituras y la tradición: que Dios es misericordioso, que perdona y que nosotros también debemos ser misericordiosos y debemos perdonar.
Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje toma un enfoque poderoso que llama a las personas a un entendimiento más profundo sobre el Amor infinito de Dios y la disponibilidad de este Amor a todos – especialmente a los más pecadores.
El mensaje y la devoción a Jesús como la Divina Misericordia esta basada en los escritos de la Santa María Faustina Kowalska, una monja polaca sin mucha educación o preparación que, en obediencia a su director espiritual, escribió un diario de alrededor de 600 páginas que relatan las revelaciones que ella recibió sobre la Misericordia de Dios. En el año 1938, aún antes de la muerte de Santa María Faustina, ya se comenzaba a esparcir la devoción a la Divina Misericordia.
No importa que tan grandes sean nuestras faltas, Dios nos ama a todos… y Él quiere que reconozcamos que Su Misericordia es más grande que nuestros pecados, para que nos acerquemos a Él con confianza, para que recibamos su Misericordia y la dejemos derramar sobre otros. Así pues, podemos resumir fácilmente esta devoción… pide su Misericordia… sé misericordioso… confía completamente en Jesús…
La devoción a la Divina Misericordia requiere de una total entrega a Dios misericordioso. Más que una devoción, es una decisión que comprende en confiar completamente en Él, en aceptar su Misericordia con acción de gracias y de ser misericordioso como Él es Misericordioso.
Las prácticas de Misericordia que Santa Faustina propone en su diario están en completo acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y su raíz está firmemente en los Mensajes de los Evangelios de nuestro Señor Misericordioso. Estos propiamente comprendidos e implementados nos ayudan a crecer como genuinos seguidores de Cristo.
Hay dos versos de las Escrituras que debemos tener en cuenta mientras nos involucramos en estas prácticas de Misericordia…
- “Por cuanto ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí…” (Isaías 29, 13)
- “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia…” (Mateo 5, 7)
Las prácticas de Misericordia reveladas a Santa Faustina nos fueron dadas como “instrumentos de misericordia” por medio de los cuales el amor de Dios es derramado sobre todo el mundo, pero no son suficientes por sí solas. No es suficiente que nosotros colguemos la imagen de la Divina Misericordia en nuestros hogares, que recemos la Coronilla todos los días a las 3 de la tarde, y recibamos la Comunión el domingo después de la pascua. Nosotros debemos mostrarnos misericordiosos con nuestro prójimo. El mayor requisito de esta devoción consiste en poner la Misericordia en práctica… de ser misericordiosos…
Algunas de las revelaciones de Nuestro Señor a Santa Faustina son…
“Exijo de ti obras de Misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte” (Diario 742).
Así como lo mandan los evangelios “Sean Misericordiosos así como su Padre en el Cielo es Misericordioso”, piden que seamos misericordiosos con nuestro prójimo “siempre y en todo lugar” parece imposible de cumplir pero el Señor asegura que es posible. “Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas” (Diario 1074).
¿Cómo irradiamos la Misericordia de Dios a nuestro prójimo? Por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones. Él le dice a Sor Faustina, “en estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia” (Diario 742). Todos hemos sido llamados a practicar estas tres formas de misericordia, pero no todos somos llamados de la misma manera. Tenemos que preguntarle al Señor, quien comprende nuestras personalidades individuales y nuestra situación, que nos ayude a reconocer las diversas formas con que podemos poner en práctica Su Misericordia en nuestras vidas diarias.
Si pedimos la Misericordia de Nuestro Señor, confiamos en su Misericordia y vivimos llevando y esparciendo su Misericordia, nunca escucharemos decir, “sus corazones están lejos de mí”, sino que veremos realizada en nosotros la hermosa promesa de Jesús, “bienaventurados los misericordiosos, ya que ellos obtendrán Misericordia…”