Agua pura

No sé si a ti te pasa lo mismo, pero tengo la idea que cuando era niño el agua era más pura. No es que sea viejo, pero hace 40 años tomábamos agua del grifo sin ninguna preocupación. Sin embargo, hoy en día usamos agua embotellada… filtrada… destilada… de manantial… y si es de glacial, aún mucho mejor…!!!

Comprendo que nuestra generación ha contaminado mucho el ambiente. No solo el agua, sino todo lo que nos rodea. El aire, los océanos, la deforestación, el agujero en la capa de ozono, los ecosistemas, especie que han desaparecido o están en peligro de extinción… ya el daño está hecho y aunque tratamos de crear conciencia en la gente, necesitaremos de un milagro para poder regresar la naturaleza a dónde estábamos antes.

Me imagino que te estarás preguntando… “¿Qué es este rollo del agua más o menos pura?” o “¿A dónde va éste con ese afán ambientalista recién terminando las Navidades?” Pero es que el tema, aunque no te parezca, tiene mucho que ver con la fiesta que celebramos hoy.

Fíjate, hoy celebramos el Bautismo del Señor y dice San Máximo de Turín que cuando Jesús se bautizó en el Jordán purificó las aguas para nuestro propio bautismo.

Piénsalo de esta manera… En un principio, Dios nos había creado puros e inmaculados. Pero, igual que sucede con la contaminación del medio ambiente, el mundo se contaminó con el pecado. El pecado de nuestros primeros padres, el pecado del mundo y nuestros propios pecados personales. Nosotros no podemos hacer nada por cambiar las cosas, por cambiar nuestra condición. Por eso vino Jesús al mundo. Y cuando Jesús se dejó bautizar por Juan, en ese momento eleva a carácter sacramental el bautizo, para que tú y yo un día pudiéramos limpiar nuestra alma y lavar nuestro corazón.

Jesús no tenía necesidad de bautizarse. No había pecado en Él. Pero así como la soberbia fue el primer pecado de los hombres, cuando en el Paraíso quisimos ser «como dioses», así la humildad de Jesús al someterse a los rigores de la condición humana nos ofrece la condición de “hijos” y nos abre la puerta al cielo.

Esa es la fiesta que celebramos hoy. El Amor de un Padre que envía a su Hijo para salvar toda la creación, purificándola de la suciedad y del pecado, y ofreciéndonos el camino de la salvación.

Convendría que aprovecháramos la ocasión para renovar nuestras promesas bautismales,

¿Renuncias a Satanás, esto es:
• al pecado, como negación de Dios;
• al mal, como signo del pecado en el mundo;
• al error, como ofuscación de la verdad;
• a la violencia, como contraria a la caridad;
• al egoísmo, como falta de testimonio del amor?

R/. Sí, renuncio.

¿Renuncias a sus obras, que son:
• sus envidias y odios;
• sus perezas e indiferencias;
• sus cobardías y complejos;
• sus tristezas y desconfianzas;
• sus materialismos y sensualidades;
• sus injusticias y favoritismos;
• sus faltas de fe, de esperanza y de caridad?

R/. Sí, renuncio.

¿Renuncias a todas sus seducciones, como pueden ser:
• el creerse superiores;
• el estar muy seguros de vosotros mismos;
• el creer que ya están convertidos del todo?

R/. Sí, renuncio.

¿Renuncias a los criterios y comportamientos materialistas que consideran:
• el dinero como la aspiración suprema de la vida;
• el placer ante todo;
• el negocio como valor absoluto;
• el propio bien por encima del bien común?

R/. Sí, renuncio.

¿Crees en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?

R/. Sí, creo.

¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?

R/. Sí, creo.

¿Crees en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?

R/. Sí, creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia, la que nos gloriamos de profesar en Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.