Historia de la devoción
La devoción al Divino Niño comenzó en Colombia en el año 1907, primero entre los carmelitas y después en la Comunidad Salesiana. Fueron tantos los favores concedidos que los devotos agradecidos propagaron la devoción por todas partes.
A continuación, citamos el testimonio del milagro del 1915, reconocido por el obispo:
Mi hija María de 18 años venía padeciendo terribles dolores de reumatismo. Eran tan grandes los dolores que padecía y tan devastadora la inmovilidad que el reumatismo le estaba produciendo, que viéndola ya en peligro de muerte llamamos al sacerdote que la confesó y le administró el viático y la extremaunción.
No podía hacer el menor movimiento de pies o de manos sin sentir agudísimos dolores. Los medicamentos de los médicos no le producían ninguna mejoría. Uno de los mejores médicos de la ciudad venía cada día a visitarla, pero los ataques reumáticos eran cada día más fuertes y le daban unas convulsiones que la dejaban medio muerta.
El 10 de noviembre del año pasado cuando en uno de los terribles ataques creí que se moría, al ver que recobraba otra vez el habla, se me ocurrió una idea: corrí a mi habitación y me traje una imagencita del Divino Niño que nosotros veneramos con mucho cariño, y acercándome a la enferma le dije: “Hija, Nuestro Señor hizo la promesa de que si le pedimos por los méritos de su infancia, nuestra oración será escuchada. Pidámosle por los méritos de sus 12 primeros años de vida, si te conviene para la salud del alma, te conceda la salud del cuerpo. Dale un beso a la imagen del Divino Niño y la colocamos luego junto a los pies que tanto te duelen.”
Ella besó amorosamente al queridísimo Niño Jesús y luego colocamos la imagen en su lecho, junto a la enferma, y rezamos con toda fe.
Pasada una hora, de pronto mi hija gritó entusiasmada: “Papá, papá, estoy curada”. Y para demostrarme que si era verdad, movía los brazos y los pies en todas direcciones sin sentir el menor dolor (siendo que hasta hacía unos minutos al menor movimiento de un brazo o de un pie daba un grito de dolor). Estaba totalmente curada.
Pronto nos reunimos todos los familiares y emocionados dimos gracias al Milagroso Niño Jesús que hace tales maravillas. Después de once meses mi hija se encuentra muy robusta y sin el más mínimo dolor de reumatismo y recomendamos a las personas necesitadas a que en cualquier angustia, dolor o necesidad invoquen con toda confianza al Niño Jesús que tanto goza ayudando a los necesitados. El Señor Obispo que nos honra con su amistad y que había venido varias veces a visitar a la enferma, atestigua también este milagro que los médicos no han logrado explicar.
Certificamos que esta declaración es verdadera, firmado: Heladio, Obispo de Cali. Firmado, con inmensa gratitud al Niño Jesús: Manuel Sinisterra. Cali, 1916.
El padre Juan del Rizzo y la devoción al Niño Jesús
El padre salesiano Juan del Rizzo llega a Barranquilla, Colombia, en 1914. Con gran esfuerzo se dedica a recaudar fondos para la construcción de un templo pero no tiene éxito. Fue entonces que tuvo la inspiración de pedir a Nuestro Señor por los méritos de su infancia. Desde entonces el éxito del padre fue extraordinario y se convirtió en un gran devoto del Divino Niño, dedicando su vida a la propagación de la devoción.
Después de 13 años de ministerio en Barranquilla, el padre del Rizzo fue trasladado a Medellín, donde continuó su labor exhortando a todos a confiar en Jesús por los méritos de su infancia. Al principio la devoción del padre del Rizzo se identificaba con la imagen del Niño Jesús de Praga, pero en Medellín una asociación de devotos a esa devoción se le opuso, alegando que ellos tenían la exclusiva sobre el Niño de Praga. ¡Posiciones absurdas que se dan entre los seres humanos! El padre del Rizzo buscó entonces otra forma de expresar su devoción al Niño Jesús. El sabía que los milagros no los hace la imagen sino el mismo Jesucristo que está vivo.
En 1935 el padre del Rizzo fue trasladado a Bogotá y, providencialmente, se encontró allí con una preciosa imagen del Divino Niño. Colocó el padre la imagen en unos terrenos baldíos del Barrio 20 de Julio de Bogotá. Desde allí pregonaba a todo quien escuchase los prodigios que Jesús otorga a quienes honran su santa infancia. Los milagros se multiplicaron: Curaciones, empleos, reconciliación de familias, protección de negocios… pero sobre todo muchas conversiones.
Oraciones al Divino Niño Jesús
Oración al Niño Jesús para verse libre de peligros
Señor Dios, Rey Omnipotente: en tus manos están puestas todas las cosas. Si quieres salvar a tu pueblo nadie puede resistir a tu voluntad. Tú hiciste el cielo y la Tierra y todo cuanto en ellos se contiene. Tú eres el dueño de todas las cosas. ¿Quién podrá pues resistir a tu Majestad?
Señor, Dios de nuestros padres: ten misericordia de tu pueblo porque los enemigos del alma quieren perdernos y las dificultades que se nos presentan son muy grandes. Tú has dicho: “Pedid y se os dará. El que pide recibe. Pero pedid con fe”. Escucha pues nuestras oraciones. Perdona nuestras culpas. Aleja de nosotros los castigos que merecemos y haz que nuestro llanto se convierta en alegría, para que viviendo alabemos tu Santo Nombre y continuemos alabándolo eternamente en el cielo. Amén.
Súplica para tiempos difíciles
Divino Niño Jesús…
Tengo mil dificultades: ayúdame.
De los enemigos del alma: sálvame.
En mis desaciertos: ilumíname.
En mis dudas y penas: confórtame.
En mis soledades: acompáñame.
En mis enfermedades: fortaléceme.
Cuando me desprecien: anímame.
En las tentaciones: defiéndeme.
En las horas difíciles: consuélame.
Con tu corazón paternal: ámame.
Con tu inmenso poder: protégeme.
Y en tus brazos al expirar: recíbeme.
Amén.
Plegaria para obtener serenidad
Divino Niño Jesús,
Tú eres el Rey de la Paz, ayúdame a aceptar sin amarguras las cosas que no puedo cambiar.
Tú eres la fortaleza del cristiano, dame valor para transformar aquello que en mí debe mejorar.
Tú eres la sabiduría eterna, enséñame en cada instante cómo debo obrar para agradar más a Dios y hacer mayor bien a las demás personas.
Te lo suplico, por los méritos de tu infancia, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Un minuto con el Niño Jesús
¡Bendíceme, Niño Jesús!,
y ruega por mí sin cesar.
Aleja de mí, hoy y siempre el pecado.
Si tropiezo, tiende tu mano hacia mí.
Si cien veces caigo, cien veces levántame.
Si yo te olvido, Tú no te olvides de mí.
Si me dejas Niño, ¿qué será de mí?
En los peligros del mundo, asísteme.
Quiero vivir y morir bajo tu manto.
Quiero que mi vida te haga sonreír.
Mírame con compasión, ¡no me dejes Jesús mío!
Y, al fin, sal a recibirme y llévame junto a Ti.
Tu bendición me acompañe hoy y siempre.
Amén, Aleluya.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…
Antigua Novena, recomendada por el Padre Juan
Jesús mío, mi amor, mi hermoso Niño, ¡te amo tanto!… Tú lo sabes, pero yo quiero amarte más: haz que te ame hasta donde no pueda amarte más una criatura, que te ame, hasta morir…
Ven a mí, Niño mío; ven a mis brazos, ven a mi pecho, reclínate sobre mi corazón un instante siquiera, embriágame con tu amor. Pero si tanta dicha no merezco, déjame al menos que te adore, que doblegue mi frente sobre el césped que huellas con tus plantas, cuando andas en el pastoreo de tu rebaño.
Pastorcillo de mi alma, Pastorcito mío, mira esta ovejita tuya cómo ansiosa te busca, cómo anhela por Ti. Quisiera morar contigo para siempre y seguirte a donde quiera que fueras para ser en todo momento iluminada con la lumbre de tus bellísimos ojos y recreada con la sin par hermosura de tu rostro y regalada con la miel dulcísima que destila de tus labios. Quisiera ser apacentada de tu propia mano y que nunca más quitaras tu mano de ella. Más, quisiera Jesús mío: quisiera posar mis labios sobre la nívea blancura de tus pies…
Sí, amor mío, no quieras impedirme tanto bien; déjame que me anonade a tus plantas y me abrace con tus pies y los riegue con las lágrimas salidas de mi pecho amante, encendidas en el sagrado fuego de tu amor; déjame besarte y después… no quiero más, ¡muérame luego! Sí, muérame amándote, muérame por tu amor, muérame por Ti, Niño mío que eres sumo bien, mi dicha, mi hermosura, la dulzura de mi alma, la alegría de mi pecho, la paz de mi corazón, el encanto de mi vida. ¡Ah, morir enfermo de amor y de amor por Ti, luz mía, que dicha para mi alma, qué consuelo, qué felicidad!
Todo tuyo es mi ser, pues de la nada lo creaste, y me lo diste y otra vez vino a ser tuyo cuando me redimiste y con el precio de tu sangre me compraste; y otras tantas veces, hasta hoy he sido tuyo, cuantos son los instantes que he vivido pues esta vida que tengo, tú mismo a cada instante me la otorgas, la conservas y la guardas.
Por eso, Jesús mío, a Ti quiero tornarme, de quien tantos bienes en uno he recibido. Tú, pues serás, de hoy más mi dueño único. Tú el único amado de mi alma, porque sólo Tú eres mi padre y mi hermano y mi amigo; y solo Tú eres mi rey y creador y redentor, y Tú solo mi Dios y mi soberano Señor.
Dulce Jesús mío Divino Niño de mi alma: dime una vez más que sí me amas y dame en prenda de amor, de amor eterno, tu santa bendición. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Rezar tres Padrenuestros y una Salve, ofrecer, confesarse y comulgar todos los días de la novena o al menos el último día. No se deje de rezar la novena hasta haber conseguido la gracia. Se suplica rezar un Padrenuestro según la intención del Papa, uno según las intenciones del Obispo y uno según las intenciones del Párroco.
Novena de los tres Padrenuestros
Oh Jesús: a tu Corazón de Amigo yo vengo a confiar (decir el nombre de la persona, o la necesidad por la cuál se hace la Novena).
Me entrego a tu poder…
Confío en tu sabiduría…
Me abandono a tu misericordia…
Hijo de Dios, Tú bien puedes socorrerme… Padre nuestro que estás…
Redentor mío: Tú sabes cuánto lo necesito… Padre nuestro que estás…
Descanso en la ternura de tu amor… Padre nuestro que estás…
¡Oh Jesús!
Tu Redención todo lo merece.
Tu mediación todo lo alcanza.
Tu amor de Padre, todo lo compadece.
¡Divino Niño Jesús, en Ti confío! (repetir cinco veces)
¡Oh Jesús! Tú dijiste: “Si quieres agradarme confía en mí: si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en mí”. Te pido que aumentes mi confianza, yo quiero confiar inmensamente en Ti.
En Ti, Señor, espero y no dejaré de amarte eternamente.
Divino Niño Jesús, líbranos de todo mal. Amén.
Novena de la Confianza al Divino Niño
Niño amable de mi vida,
consuelo de los cristianos,
la gracia que necesito
pongo en tus benditas manos.
Padre nuestro que estás…
Tú que sabes mis pesares,
pues todos te los confío,
da la paz a los turbados
y alivio al corazón mío.
Dios te salve María…
Y aunque tu amor no merezca,
no recurriré a Ti en vano,
pues eres Hijo de Dios
y auxilio de los cristianos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…
Acuérdate, oh Niño Santo,
que jamás se oyó decir,
que alguno te haya implorado
sin tu auxilio recibir.
Por eso con fe y confianza,
humilde y arrepentido,
lleno de amor y esperanza,
este favor yo te pido:
Pedir la gracia que se desea obtener, y repetir siete veces:
¡Divino Niño Jesús, bendícenos!
Varias fuentes, adaptado por tengoseddeti.org