El pesebre vacío

En algunos lugares ponen sus belenes y dejan el pesebre vacío hasta que llega el día de Navidad… esto es una forma de ayudarnos a vivir el Adviento como tiempo de espera por la llegada de Jesús… les cuento esto porque mientras miraba el pesebre vacío, mi imaginación se fue volando a aquel pequeño establo de Belén… donde María y José se aprestaban a pasar la noche cuando les llegó el momento del alumbramiento…

Alguna vez te has preguntado cómo sería aquel pesebre…? Si tienes animales o has visitado una granja, tal vez tengas una idea… una caja hecha de tablas viejas donde comían los animales… la madera estaría rota… quebrada en algunas partes… y de seguro tendría algunos remiendos… llena de mugre y saliva que los animales dejaban caer mientras comían… no era un lugar que pudiéramos considerar “higiénico”… todo lo contrario… si fuéramos a fijarnos en él, solamente veríamos suciedad, mal olor y porquería… sin embargo, ese fue el lugar que Dios escogió para hacer su Trono…

María y José, al ver que venía el Niño, se deben haber afanado lo mejor posible por limpiarlo… imagino que José habrá buscado un poco de agua para lavarlo… luego habrá puesto un poco de paja limpia… y María lo debe haber cubierto con algún manto extra que llevaba… no sería perfecto, pero se habrán ocupado de limpiarlo y acondicionarlo lo mejor que ellos podían…

Jesús volverá a nacer dentro de unos días… pero esta vez no se acostará en un pesebre, sino en nuestros corazones: el tuyo y el mío… que de seguro están tan sucios como aquella pequeña caja de alimentos para animales que había en la cueva de Belén… te invito a que nos afanemos, como María y José, por limpiarlo y acicalarlo lo mejor posible… a través de una buena confesión, que limpie nuestra alma de toda su mugre y suciedad… tal vez un día de ayuno, como paja limpia y seca que le sirva de cama… y un rato de oración profunda, donde María acomode su manto para recibir al Niñito Jesús como Él se merece, como nuestro Dios y Salvador…