¿Qué mundo vamos a dejarle a nuestros hijos?

La Sagrada Familia

Hace unas semanas conversábamos un grupo de amigos sobre la situación actual de nuestra sociedad y uno de ellos exclamó: “¡¿Qué mundo vamos a dejarle a nuestros hijos?!” Después de una breve pausa, él mismo añadió: “Aunque mejor sería preguntarnos qué hijos le vamos a dejar al mundo…!!!” ¡Boom! ¡Cuánta verdad en solo una oración…!!!

Jesús nació en una familia. Como Dios, tenía la sabiduría infusa que viene de su naturaleza divina. Como hombre, tuvo que aprenderlo todo. Y ese “todo” que tuvo que aprender sobre las cosas del mundo, las aprendió de María y José, dentro de su familia.

De José aprendió a ser un hombre justo… y por “justo” la Biblia se refiere a modelo de virtud y santidad. De él aprendió a trabajar la madera y siguió el ejemplo de su padre adoptivo, siendo carpintero de profesión. Aprendió a cumplir con los preceptos de la Ley Mosaica y todo lo que suponía ser un judío piadoso.

De su Madre aprendió la humildad, la actitud de servicio y esa entrega a Dios que viene de abandonarse totalmente en sus manos. Con ella aprendió a orar y seguramente recitó a su lado muchas veces las palabras del salmista: «he aquí a tu siervo, el hijo de tu esclava» (Sal 116, 16). Su corazón, a la imagen del de María, sería un arca donde guardaría todas las cosas. Y aquellas parábolas que luego usaría en su predicación sin duda estaban inspiradas en las cosa que veía hacer a su Madre: la masa con levadura, el no usar un remiendo nuevo en un vestido viejo, los mejores vestidos para las fiestas… Pero más que todo, de ella aprendió a decir siempre «sí» a la Voluntad del Padre.

Jesús aprendió a ser hombre en su familia, viendo y escuchando a José y a María, e imitando aquellas cosas que ellos hacían.

Nosotros no somos diferentes de Jesús en esto. Aprendimos lo que vimos hacer a nuestros padres y nuestros hijos aprenden lo que nos ven hacer a nosotros. El ejemplo de vida es la mejor y más importante educación que puede recibir un hijo. Por eso, si queremos dejarle un mundo “bueno” a nuestros hijos, tenemos que comenzar por vivir nosotros mismos la justicia, el amor y la paz… el respeto por la vida… los valores morales… y una vida de fe y confianza en el Señor… así ellos serán nuestro reflejo y podremos dejarle, también, “buenos” hijos al mundo.

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