La Internet celestial

La Internet celestial

Mi generación vivió los inicios de la revolución tecnológica que hoy disfrutamos en la informática. Recuerdo, en mis años de universidad, haber programado en Fortran usando tarjetas perforadas. ¡Esto representa un salto cuántico para llegar hasta los teléfonos inteligentes y las tabletas, y se logró en apenas unas tres décadas! Hace unos días recordábamos algunas anécdotas de esa época cuando un amigo nos soltó una pregunta imprevista: ¿Dónde está la Internet? La respuesta le tomó por sorpresa. No porque fuera difícil, sino porque se sale del concepto de algo físico y palpable que él esperaba.

Verás, la Internet está en todas partes… y en ninguna. Es que la Internet es una “red”, miles de ordenadores conectados entre sí, comunicándose y compartiendo data los unos con los otros. Claro, si tomamos a Google o Facebook o el iCloud de Apple, fácilmente podríamos ubicarlos geográficamente. Pero la Internet es mucho más que los grandes gigantes del ciberespacio. Para que tengas una idea más concreta de lo que hablo, este artículo lo escribí en mi laptop en Puerto Rico, lo subí al servidor donde se aloja nuestra web en Inglaterra y tú lo estás leyendo desde México, España o dónde sea que vives. Más aún, supongamos que tú decides compartirlo por Twitter o Facebook y, a su vez, tus amigos hacen lo mismo, en poco tiempo se desarrollaría una red de conexiones, todas apuntando a este único artículo. Por eso podemos decir que, más allá que el lugar de residencia de la data (en nuestro ejemplo, el artículo alojado en Inglaterra), la Internet es la maraña de conexiones que comparten esa data.

Les cuento todo esto porque de seguro durante el día de hoy vas a oír hablar sobre la Comunión de los Santos y, si eres curioso, seguro vas a preguntarte como mi amigo: ¿Dónde está eso… qué cosa es…?

Verás, la Iglesia es el conjunto de los que creen en Jesús y se han unido a Él a través del bautismo. Esta incontable multitud de vivos y vivos («Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven») se divide en tres grandes grupos: la Iglesia peregrina, la Iglesia purgante y la Iglesia triunfante. La primera somos nosotros, las almas que peregrinamos por el mundo rumbo a nuestra patria celestial; la segunda son las alma que se encuentran en el purgatorio mientras se purifican para llegar a encontrarse con Dios; y la tercera son las almas que se encuentran gozando de la visión beatífica y contemplan a Dios en toda su gloria y majestad.

Al igual que pasa con la Internet, estas tres Iglesias—o más bien, las almas que las componen—no están separadas unas de otras, sino que se encuentran interconectadas formando una gran red espiritual. Lo que las une, en lugar de cables o conexiones wifi, es el Amor de Dios. Y los archivos que comparten entre ellas son las intenciones de oración, de manera que todos intercedemos por todos.

Fíjate, nosotros podemos orar por las almas del purgatorio y ellas pueden orar por nosotros. De la misma forma, aquellos que ya han alcanzado el cielo pueden interceder por nuestras intenciones y ayudarnos en nuestra lucha contra el pecado. ¡No te parece maravilloso esto! Somos una familia inmensa, unidos en Cristo y con el deseo ardiente de pasar la eternidad junto a Él, alabándole y bendiciéndole para siempre. Por eso nos ayudamos mutuamente, para, como diría san Pablo, llegar a la meta y alcanzar la corona merecida.

El YouCAT lo ilustra de forma magistral,

La Iglesia es más grande y está más viva de lo que pensamos. A ella pertenecen los vivos y los muertos, ya se encuentren en un proceso de purificación o estén en la gloria de Dios. Conocidos y desconocidos, grandes santos y personas insignificantes. Nos podemos ayudar mutuamente sin que la muerte lo impida. Podemos invocar a nuestros santos patronos y a nuestros santos favoritos, pero también a nuestros parientes difuntos, de quienes pensamos que ya están junto a Dios. Y al contrario, podemos socorrer a nuestros difuntos que se encuentran aún en un proceso de purificación, mediante nuestras oraciones. Todo lo que cada uno hace o sufre en y para Cristo, beneficia a todos (146).

Hoy que celebramos la Solemnidad de Todos los Santos, piensa que en el cielo nos aguarda esa gran multitud de almas y que todas ellas están ansiosas por pedirle al Señor que nos conceda el deseo de santidad y la gracia de poder vivir nuestra vida de acuerdo a su Voluntad. Yo voy a pedirles que me ayuden, que intercedan por mí… anda, anímate a pedir lo mismo.

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