La alegría del perdón | Perdonar es sanar 11

La alegría del perdón | Perdonar es sanar 11

El padre Giovanni Salerno, fundador de los siervos de los pobres del tercer mundo, misionero en las alturas del Sur del Perú, cuenta que, como médico, se acercaban muchos indios a pedirle medicinas para sus enfermedades. En algunos casos, no se curaban, a pesar de darles varias veces las medicinas consideradas apropiadas. Al preguntarles qué andaba mal en sus vidas, descubría, en ocasiones, que tenían odio y rencor a alguien de su familia o de su vecindad. A veces, eran hijos que no podían perdonar a sus padres por haberlos abandonado. Otras veces, eran esposas que no podían perdonar a sus esposos por sus infidelidades o por su mal comportamiento. Les hacía entender que debían perdonar y, cuando perdonaban, se curaban inmediatamente.

El padre Marcelino Iragui nos dice: Un día se acercó una señora a pedir oración: “Por favor, ruegue por la conversión de mi hija, que ha perdido la fe en Dios y el respeto por sus padres. A mí no me escucha ni me habla si no es para insultar”… Yo le dije: “Arrodíllate en presencia de Jesús y perdona a tu hija de todo corazón. Piensa que el Señor ama y acepta a tu hija como es y alábalo de su parte”. Horas más tarde, como empujada por una fuerza invisible, vino una joven muy desconcertada. Me dijo que tres días antes, había intentado suicidarse; pero un poder misterioso se lo impidió a última hora. No comprendía el porqué, pues su vida no tenía ningún sentido; sólo sentía rechazo por todo, incluso por sí misma y por Dios… La invité a orar conmigo. Y, el Señor tocó su corazón tan visiblemente que se confesó con verdadero arrepentimiento. Luego rezamos por la sanación de sus recuerdos y heridas de su vida pasada. Y, al final, comenzó a alabar a Dios y prometió que lo haría por el resto de su vida.

La joven resultó ser hija de la señora que había pedido oración por la mañana. Mientras la madre rehusaba el perdón total e incondicional a su propia hija, sus oraciones quedaban sin respuesta. Porque, cuando rehusamos perdonar, las manos de Dios quedan como atadas; el Todopoderoso no puede ayudarnos. Él necesita nuestro perdón para que sus manos queden libres y pueda realizar sus milagros de amor. Apenas la madre perdonó a su hija y la ofreció al Señor con amor, no con rechazo, Dios intervino en la vida de ambas. Las dos llevan ahora varios años, caminando juntas con Jesús.


Del libro “La alegría del perdón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.

Comentarios

  1. Cada persona es un mundo distinto y todos tenemos problemas y lo que nos biene muy bien es cosas que nos conforten que nos enseñen a ofrecer a Jesús nuestra cruz de dolor y pesambre que llevamos dentroRoumldo busca esas cosas que nos ayuden a ofrecer a Dios nuestra cruz y danos alegria y felicidad pues con tu colavoración y ayuda salimos adelante con alegria, pues no podemos estar alegres si ademas delo que cada uno lleva le metemos mas de cosas que pasaron hace años ya esta bien amigo ayudame a ser feliz ofreciendo a Dios lo nuestro y que nos den mucha felicidad , y animo para salir airoso en adelante.Que Dios nos acoja en su seno y nos ayude a vivir en su presencia siendo muy buenos para Él.
    Pedir una oración con la bendicion de Jesús para la salvación heterna. AMEN amen, José Cesar.-

    Jose Cesar

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