El camino de Cuaresma 8

presenta
tu corazón a Dios,
y déjalo entrar con su Luz

El primer día de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, Dios nos pedía, por boca del profeta Joel: “Convertíos a mí de todo corazón”. Es revelador el comentario que hace San Bernardo sobre esta frase. Él dice que si la invitación hubiera sido a la conversión, a secas, sería cosa fácil. Pero cuando Dios nos pide que nos convirtamos “de todo corazón”, nos habla de una conversión espiritual que no se logra en un día. Añado yo, ni en una semana, ni en un mes, ni en un año… ¡es una tarea de toda la vida! La teoría está perfecta, pero en la práctica, ¿cómo logramos eso? La respuesta es el amor. Pero no un amor cualquiera, sino el amor de la entrega total —amor ágape le llaman en teología— el amor conque Jesús nos amó: hasta el extremo de dar su vida por nosotros. De eso se trata la conversión que Dios espera de nosotros y a la que nos invita la Cuaresma. Una conversión que solamente podemos alcanzar cooperando con su gracia y dejándonos inundar por la Luz y el Amor del Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones.

Hoy te invito a unir tu oración a la fe de María Santísima con esta hermosa oración de Benedicto XVI en su encíclica “Deus caritas est” (Dios es amor):

Santa María, Madre de Dios,
tú has dado al mundo la verdadera luz,
Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.
Te has entregado por completo
a la llamada de Dios
y te has convertido así en fuente
de la bondad que mana de Él.
Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.
Enséñanos a conocerlo y amarlo,
para que también nosotros
podamos llegar a ser capaces
de un verdadero amor
y ser fuentes de agua viva
en medio de un mundo sediento.
Amén.