El camino de Cuaresma 10

pide perdón
al otro, a ti mismo,
y a Dios

Uno los grandes problemas de nuestra sociedad es la falta de perdón. No nos damos cuenta, pero la falta de perdón es como un cáncer que nos va comiendo por dentro, secando nuestra alma y apartándonos de Dios. La amargura y el resentimiento nos esclavizan, mientras que el perdón nos libera y nos ayuda a alcanzar la paz interior. Para pedir perdón hace falta humildad para reconocer nuestra falta. Para perdonar es necesario un corazón misericordioso a imagen del Corazón de Jesús. Ninguna de las dos es tarea fácil, pero dijo San Pablo que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia… y créeme, ¡si te dispones a perdonar, Dios la va a derramar a borbotones!

Hoy no quiero entretenerme mucho con reflexiones pues todos tenemos algo que necesitamos perdonar, así que te invito a que oremos juntos con esta bella oración del Padre Evaristo Sada:

Padre,
me declaro culpable,
pido clemencia y perdón por mis pecados.
Me acerco a ti con absoluta confianza
porque sé que Tú prefieres la penitencia
a la muerte del pecador (cfr. Ezequiel 33,11).
A ti no te gusta ni la venganza
ni el rencor,
pues tu corazón es compasivo y misericordioso,
y sé que sólo estás esperando
a que tenga la humildad
de reconocer mi pecado,
arrepentirme y pedir perdón
para desbordar la abundancia de tu misericordia.

“Cuando confesamos nuestros pecados,
Dios, fiel y justo, nos los perdona” (1Jn 1,9).

Miro al horizonte:
veo tus brazos abiertos y un corazón de Padre
queriendo atraerme con lazos de un amor infinito.
Padre, perdóname,
quiero recibir el abrazo eterno.

Tu enseñanza es muy clara:
para ser perdonados
y poder entrar en el Reino de los cielos
debemos tener un Corazón como el tuyo.

“Perdonad y se os perdonará” (Lc 6,36).
“El que odia a su hermano es un homicida” (1Jn 3,15).
“Con la medida que midiereis se os medirá” (Mt 7,2).
“Si no perdonáis, tampoco el Padre os perdonará” (Mc 11,23).

Nos pides que seamos buenos cristianos
por la práctica de la caridad evangélica.
Que seamos benévolos
con quienes nos han hecho daño,
con quienes nos han ofendido,
nos han traicionado y nos odian,
pues de otro modo
no mereceremos que lo seas Tú con nosotros.

El siervo al que se le condonó su deuda,
cuando no quiso él hacer lo mismo
con otro que le debía,
fue encarcelado.
Perdió el perdón que había obtenido
al no ser él capaz de perdonar (Mt 18,23-25).

Padre,
envía tu Espíritu de amor
y perdona mis pecados,
purifícame, sáname,
restáurame y renuévame
con la Sangre Redentora de tu Hijo;
ayúdame a tener un corazón como el Suyo,
un corazón humilde y generoso
capaz de perdonar,
arranca de mí el corazón de piedra
y dame un corazón de carne.

Padre nuestro
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

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