Celebremos la Misa: el rito de conclusión

Celebremos la Misa: el rito de conclusión

Después de Comulgar permanecemos un momento en silencio, recogidos en nuestro interior, conversando con el Señor y dándole gracias por todos sus beneficios y bendiciones. Durante ese tiempo, el sacerdote purifica* el cáliz y la patena, consumiendo cualquier partícula del Cuerpo y la Sangre del Señor que puedan haber quedado en ellos.

El Rito de la Comunión concluye con una corta oración donde el sacerdote pide que los efectos de la Eucaristía que acabamos de celebrar produzca frutos abundantes en nosotros, los fieles, y en toda la Iglesia. Sería hermoso que estuviéramos atentos a esta oración y uniéramos nuestros corazones a la petición del sacerdote.

Antes de la bendición final, en la mayoría de las parroquias se acostumbra hacer los anuncios de las actividades que habrá en los próximos días. Esto suele ser algo breve y nos recuerda que estamos reunidos como una gran familia—la familia de Dios—y como familia, tenemos actividades que hacemos en común. En este momento, también, en algunas iglesias se acostumbra dar una bendición a los que cumplen años o celebran aniversario de bodas, etc. Por ejemplo, en mi país decimos que la parroquia es “nuestro segundo hogar”, porque como hermanos, no nos limitamos a vernos solamente los domingos, sino que compartimos nuestra vida diaria con nuestra comunidad de fe.

Una vez terminan los anuncios, el sacerdote extiende sus brazos y dice: “El Señor esté con ustedes”. A lo que respondemos: “Y con tu espíritu”. Seguido de la bendición, donde el sacerdote traza la señal de la cruz sobre el pueblo invocando a la Santísima Trinidad: “La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes”*. Todos respondemos: “Amén”.

Finalmente, el sacerdote o el diácono despiden al pueblo con una de las siguientes fórmulas,

  • Pueden irse en paz.
  • La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Pueden irse en paz.
  • Glorifiquen al Señor con sus vidas. Pueden irse en paz.
  • En el nombre del Señor, pueden irse en paz.

Y en los domingos de Pascua,

  • Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden irse en paz.

No importa la fórmula que se use, nosotros siempre respondemos con gozo: “¡Demos gracias a Dios!” Esa respuesta debe salir del corazón. Debe ser un agradecimiento de verdad, que no se quede en palabras sino que se traduzca en obras de amor hacia Dios y nuestros hermanos.

Después de la bendición, el sacerdote besa el altar y hace una reverencia… ¿Lo recuerdas?, es igual a lo que hizo al comenzar la Misa. Durante la procesión de salida*, cantamos el cántico final. En lugar de salir a prisa de la iglesia, es un gesto bonito con el Señor que le dediquemos unos minutos adicionales y aprovechemos para darle gracias una vez más por la Eucaristía que acabamos de celebrar.

Hay un último detalle que me parece importantísimo y es bueno que lo comprendamos bien. La Misa no termina al salir de la iglesia. Al contrario, las palabras de la despedida: “Pueden irse en paz” son palabras de envío. El mismo nombre de la Misa nos lo dice… “misa” viene del latín “missio”, que significa misión o envío. Así que al finalizar la celebración nos toca salir a vivir en nuestra vida ordinaria eso que acabamos de vivir en la liturgia: el amor a Dios y al prójimo. Nos hemos alimentado con el Cuerpo del Señor y tenemos que salir al mundo a dar testimonio de ello.

¡Feliz domingo y feliz Eucaristía!


* Purificar los vasos sagrados no se trata de los vasos mismos, sino de pequeñas partículas del Cuerpo y Sangre de Cristo que puedan haber quedado en ellos. El sacerdote recoge todas esas partículas en el cáliz y las consume, asegurándose de que no queda nada. El paño que usa para limpiar y secar también se llama “purificador”. Esta función también la puede realizar el diácono o acólito.

* En ocasiones especial, en lugar de la forma breve, se usa una de las bendiciones solemnes.

* Es importante que recordemos que la celebración no termina hasta que el sacerdote ha salido.

Estas pequeñas cápsulas están inspiradas en el app iMisa y el libro “La misa: antes, durante y después”, ambos del Padre José Pedro Manglano; así como otras fuentes.

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